Cuentecito - La Leyenda del Toro Negro de la Finca de Crespo Por María Victoria García Azuero
Maria Victoria Garcia Azuero
Marzo 27, 2014
En la Plaza
Mayor o Plaza de Bolívar, para las Fiestas de Noviembre se hacían las
corralejas o corridas de toros. Esto,
antes de que se fundara el Parque de Bolívar.
Había tanto monte en esa plaza que como cualquier caminito rural,
existía un sendero que los llevaba desde la Catedral hasta la Inquisición. Pero
la mayor preocupación sobre la fundación del Parque era ¿Y adónde vamos a hacer
ahora las corralejas para Noviembre? Esa pregunta se la hacía doña Juana
Polanco de Benedetti, a su sobrino, el señor Gobernador don Henrique Román. Doña
Juana como recordamos vivía en la casa hoy día Museo de Oro.
Pues
resulta que en la Hacienda de Santa Cruz de Crespo, propiedad de la familia de
don Nicolás Paz Bonoli, tenían un toro negro muy bravo de leyenda. Había matado a más de uno y herido a
varios. Y era este toro que llevaban a
la corraleja de la Plaza Mayor.
Pues la
leyenda del toro negro comienza para las fiestas de noviembre de 1890, nos
cuenta don Raúl Porto del Portillo, cuando a la Corraleja llega a las dos de la
tarde el señor José María Castellar “llevando de cabestro a un toro
negro”. Los hombres se acercaron al animal,
lo sobaban, le tocaban los pitones y se burlaban del señor Castellar por haber
llevado a torear a un buey.
La
concurrencia podía ver tranquilamente los toros desde los balcones de las casas
encima del Portal de los Escribanos.
Cuando de pronto el señor Castellar manda a cerrar las puertas y suelta
al toro negro. El toro sale como una tromba a la mitad de la plaza y
un pelao con una chaqueta le sacó cinco pases.
Un soldado borrachito, que estaba al lado del Portal, trató de hacer lo
mismo, citó al toro, pero este lo empitonó y lo levantó con tanta fuerza que el
pobre soldado cayó en el balcón de la que fue la clínica dental del doctor Luis
Carlos “Tatayo” Delgado, hoy día Concurso Nacional de Belleza, rompiendo
macetas, y provocando gritos de susto y correndillas de parte de las damas que
estaban cómodamente sentadas en el balcón. ¡Al borrachito no le pasó nada, pero
quedó más muerto que vivo!
Con la
leyenda en forma, el toro negro bravo servía de vigilante a la finca en
Crespo. Nos cuenta don Daniel Lemaitre
Tono que cuando pelaos, se iban caminando por la playa del Cabrero hasta las
cercanías de la finca a buscar icacos, temblando de miedo ante la posible
aparición del “monstruo”. Y que una vez
los hermanos Francisco “Pachito” y Alberto Franco Navarro y su amigo Aniano
Soto, se adentraron tanto en la finca que se les apareció el toro negro; del
susto se subieron como relámpago a un palo de trupillo, que como sabemos es espinoso.
Y al condenado toro se le da por pastar apaciblemente debajo del palo, donde se
les habían quedado las escopetas a los muchachos. Se imaginan el problemononón de los pelaos
que no sabían a qué horas se iría a ir el “maldingo” toro y cómo se iban a
bajar del palo de trupillo.
Simpatiquisima anectoda! Gracias por tomarte el tiempo de compartirlas con nosotros.
ResponderEliminarDoña Juana Polanco de Benedeti fue la mamá de mi tatarabuelo, Carlos Benedeti-Polanco (primo hermano de Henrique Roman). Tengo fotos antiguos de Doña Juana, su sobrino Henrique Roman, incluso la mamá de el, Rafaela Polanco de Roman y muchas más de la familias Polanco y Roman. Si quiere comunicarse conmigo, me e-mail es: buzzmyers2003@yahoo.com
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